viernes, 26 de agosto de 2016
La psicologia de la ira (Osho)
La psicología de la ira consiste en que tú querías algo y alguien te impidió conseguirlo. Alguien surgió como un bloqueo, un obstáculo. Toda tu energía se dirigía a obtener algo y alguien bloqueó la energía. No pudiste conseguir lo que querías.
Esta energía frustrada se convierte ahora en ira… ira contra la persona que ha destruido la posibilidad de satisfacer tu deseo.
Tú no puedes evitar la ira porque la ira es un subproducto, pero puedes hacer algo más para que el subproducto no se dé en absoluto.
En la vida recuerda una cosa: No desees nunca algo tan intensamente como si fuera un asunto de vida o muerte. Juega un poquito.
No estoy diciendo que no desees, porque aquello se convertirá en una represión. Estoy diciendo desea, pero permite que tu deseo sea divertido. Si puedes realizarlo, bien. Si no puedes lograrlo, tal vez sea porque el momento no es el adecuado; ya lo veremos la próxima vez. Aprende algo del arte del jugador.
Llegamos a identificarnos tanto con el deseo, que cuando éste se bloquea o se evita, nuestra propia energía se convierte en fuego; te quema. Y en ese estado cercano a la locura puedes hacer cualquier cosa de la cual te vas a arrepentir. Puedes dar lugar a una serie de eventos en los cuales se puede enredar tu vida. Debido a esto, se ha estado diciendo durante miles de años: “Abandona el deseo”. Se pide ahora algo inhumano. Incluso las personas que han dicho: “Abandona el deseo”, te han estado dando también un motivo, un deseo: si abandonas el deseo, obtendrás la libertad suprema de moksha, nirvana. Eso también es un deseo.
Tú puedes reprimir un deseo con un deseo mayor, e incluso puedes olvidar que aún eres la misma persona. Solamente has cambiado la meta. Ciertamente, no muchas personas están tratando de alcanzar moksha, así que no estarás en una gran competición. En realidad, mucha gente estará feliz de que hayas empezado a buscar moksha; un competidor menos en la vida. Pero, en lo que a ti concierne, nada ha cambiado. Y si se puede crear alguna cosa que perturbe tu deseo de moksha, la ira se encenderá nuevamente. Y esta vez será mucho más grande, porque ahora el deseo es mucho mayor. La ira siempre es proporcional al deseo.
Lo he escuchado…
Había tres monasterios, monasterios cristianos, muy cerca unos de otros, en el bosque. Un día tres monjes se encontraron en un cruce del camino. Regresaban de los poblados a sus monasterios; cada uno de ellos pertenecía a un monasterio diferente. Estaban cansados. Se sentaron bajo los árboles y empezaron a charlar para pasar el tiempo.
Uno de ellos dijo: “Tendréis que aceptar una cosa: en lo que respecta a la formación, al aprendizaje, nuestro monasterio es el mejor”.
El otro monje dijo: “Estoy de acuerdo, es verdad. Vuestra gente es mucho más instruida, pero en lo que respecta a la austeridad, a la disciplina, a la formación espiritual, no os aproximáis en nada a nuestro monasterio. Y recordad que la instrucción no será de ayuda para realizar la verdad. Ésta es sólo un asunto de disciplina espiritual, y nosotros somos los mejores en lo que se refiere a la disciplina espiritual”.
El tercer monje dijo: “Los dos estáis en lo cierto. El primer monasterio es el mejor en cuanto a formación, aprendizaje. El segundo monasterio es el mejor en cuanto a la disciplina espiritual, las austeridades, el ayuno. Pero en cuanto a humildad, a carencia de egoísmo, nosotros somos los mejores”. Humildad, carencia de egoísmo… el hombre parecía estar absolutamente inconsciente de lo que estaba diciendo: “En cuanto a humildad, a carencia de egoísmo, nosotros somos los mejores”.
Incluso la humildad puede convertirse en una fantasía del ego. La carencia de egoísmo puede convertirse en una fantasía del ego. Uno tiene que estar muy consciente. No tendrías que tratar de detener la ira. No tendrías que mantener la ira controlada de ninguna manera, o de lo contrario te quemará, te destruirá. Lo que estoy diciendo es: tienes que ir a las raíces. La raíz está siempre en algún deseo que ha sido bloqueado, y la frustración ha creado la ira. No te tomes los deseos muy en serio.
No te tomes nada en serio.
Es desafortunado que ninguna religión en el mundo haya aceptado el sentido del humor como una de las cualidades básicas del hombre religioso. Quiero que entiendas que el sentido del humor, la diversión, tendría que ser una cualidad fundamental. No tendrías que tomarte las cosas tan en serio; entonces la ira no surge. Simplemente puedes reírte de todo el asunto. Puedes empezar por reírte de ti mismo. Puedes empezar riéndote de situaciones en las que te habrías puesto furioso y enloquecido.
Utiliza el juego, el sentido del humor, la risa. Este es un mundo grande y hay millones de personas. Cada cual está tratando de alcanzar algo. Es muy natural que algunas veces las personas interfieran unas con otras, no porque lo quieran, sino porque la situación es así simplemente, es algo accidental.
Me han contado de un místico sufí, Junnaid, quien en sus oraciones de la tarde solía agradecer a la existencia por su compasión, por su amor, por su cuidado.
Una vez sucedió que, viajando durante tres días, llegaron [él y sus discípulos] a sitios en los que la gente era muy antagónica con Junnaid porque pensaban que sus enseñanzas no eran exactamente como las enseñanzas de Mahoma. Sus enseñanzas parecían ser propias por lo que “estaba corrompiendo a la gente”.
Así que en tres poblados no se les dio alimento alguno, ni siquiera agua. Al tercer día su situación era realmente mala. Sus discípulos pensaban: “Veamos lo que va a suceder con las oraciones. ¿Cómo le va a decir ahora a la existencia: ‘Eres compasiva con nosotros; tu amor está ahí. Nos cuidas y nosotros te lo agradecemos’?”.
Pero, cuando llegó el momento de orar, Junnaid lo hizo como siempre. Después de la oración los seguidores dijeron: “Esto es demasiado. Hemos sufrido de hambre durante tres días, de sed. Estamos cansados, no hemos dormido y, aún así, le estás diciendo a la existencia: ‘Eres compasiva, tu amor hacia nosotros es grande, y nos cuidas tanto que estamos agradecidos contigo'” .
Junnaid dijo: “Mi oración no depende de condición alguna; esas cosas son ordinarias. No quiero molestar a la existencia porque obtenga alimentos o no: Una cosa tan insignificante dentro de un universo tan vasto. Si no obtengo agua… incluso si muero no importa, mi oración seguirá siendo la misma, porque en este vasto universo… da lo mismo que Junnaid esté vivo o muerto”.
A esto me refiero cuando digo: No te tomes nada en serio… ni siquiera a ti mismo. Entonces verás que la ira simplemente no se ha producido. No le queda posibilidad a la ira.
Y la ira es ciertamente una de las grandes fugas de tu energía espiritual. Si puedes lograrlo, sé divertido en lo que respecta a tus deseos, y sé sin embargo el mismo, bien sea que tengas éxito o fracases.
Empieza simplemente a pensar en ti mismo sin agobio… nada especial; no como si tuvieras que ser victorioso, no como si tuvieras que ganar siempre, en cualquier situación. Éste es un mundo enorme, y nosotros somos gente pequeña.
Una vez que esto se asienta en tu ser, entonces todo es aceptable. La ira desaparece, y la desaparición te traerá una nueva sorpresa, porque cuando el hambre desaparece deja tras de sí una energía tremenda de compasión, de amor, de amistad.
DOLOR Y SUFRIMIENTO
Cuando hablamos de dolor, nos referimos a un concepto amplio de dolor, Podemos experimentar dolor en diferentes niveles: físico, emocional o espiritual.
Dolor real
El dolor real es lo que sentimos, por ejemplo, al lastimarnos un pie o durante una disfunción orgánica, es el indicador de una herida o de que algo no funciona bien en nuestro cuerpo.
Tambien experimentamos dolor real ante la perdida de un ser querido. Ese tipo de pérdida puede doler profundamente, como si nos hubieran arrancado algo de nosotros mismos.
Cuando hay dolor real, lo más importante es reconocerlo, darle espacio y sentirlo en toda su magnitud. Al darle espacio y sentirlo, le damos la posibilidad de que se mueva, circule y se transforme.
Negar y resistir el dolor no hace más que profundizarlo y terminamos guardándolo en nuestro cuerpo para más tarde. Ignorar el dolor o alejar nuestra atención de él sólo hace que se perpetúe.
Dolor imaginario
El dolor imaginario tiene su origen en la mente. en esa parte nuestra que racionaliza, opina e interpreta todo lo que acontece, sobre la base de un sistema de creencias dado. Así, la mente decide si lo que percibe es “bueno” o “malo”.
Cuando el dolor imaginario se dispara, duele porque nuestra mente ha activado un estado de emergencia interno basado en creencias y decisiones tomadas durante experiencias dolorosas del pasado. El dolor imaginario surge en la mente e inmediatamente es transmitido al cuerpo, causando todo tipo de problemas, porque con frecuencia se queda allí estancado, sin ser explorado ni procesado.
Entonces, cada vez que algo dispare ese recuerdo, guardado en el subconsciente–, pensaremos y sentiremos de la misma manera en que pensamos y sentimos cuando experimentámos el dolor originario, ahora sin saber por qué, sin entender qué está pasando.
Como ejemplo, si hemos vivido un trauma intenso durante la infancia, cada vez que una situación, nos despierte las memorias de ese trauma, pensaremos y sentiremos de nuevo, como un niño asustado.
Lo mental se convierte así en físico, confundiendo, distorsionando lo que ha sido real en el pasado y lo que es real en el momento presente.
Si reeducamos nuestra mente y reprogramamos las creencias y decisiones que crean dolor se pueden desactivar lo que llamamos sufrimiento.
El dolor crónico
El dolor imaginario genera sufrimiento y también lo prolonga. Cuanto más dolor imaginario haya en nosotros, más sufrimiento experimentaremos. Se alteran nuestras funciones orgánicas, nerviosas y estructurales.
Un dolor crónico puede ser la resultante de capas y más capas de dolor imaginario, pero también puede ser el resultado de una enfermedad o un accidente sucedidos hace tiempo. En este último caso, el dolor crónico sobreviene como la combinación de:
El dolor originario (una herida, una lesión, un tumor, una disfunción orgánica);
La resistencia a sentirlo (“Esto no debería pasar”, “Esto es demasiado para mí”);
El dolor imaginario (miedo a estar incapacitado, miedo al futuro, miedo a la muerte, etcétera).
“La libertad, la paz y la alegría interior seguirán eludiéndonos hasta que no nos hagamos conscientes de nuestra verdad real, sin escondernos o avergonzarnos de lo que somos”.
—Lynn Grabhorn
Por regla general, los seres humanos buscamos “sentirnos bien”, es decir, felices, amorosos, creativos, libres, en paz. Queremos relaciones íntimas deliciosas, donde crecer juntos y dar y recibir en forma incondicional. En realidad, sin darnos cuenta, estamos tratando de revivir nuestras primeras experiencias intrauterinas de amor y placer incondicionales, a las que teníamos derecho por el mero hecho de haber sido creados.
Resistir es sufrir
A menudo no nos gusta lo que nos pasa y vivimos en un estado de insatisfacción casi constante. Raramente nos sentimos felices con nuestra vida. Además, nuestra “programación civilizada” genera la creencia colectiva de que nunca somos suficientemente adecuados o estamos completos.
Ésa es la creencia base de lo que llamamos progreso y es posible que tenga un lado “beneficioso”, aunque sin duda posee un costo emocional muy alto.
“No me gusta esta manera de vivir”, “No estoy listo”, “Es demasiado para mí”, “Esto no debería pasar ahora” son pensamientos que nos surgen cuando no podemos reconocer la simple verdad de que en el universo todo fluye, y que nuestra fuerza vital necesita fluir con la vida de la misma manera en que un río necesita fluir hacia el océano.
“Cuando la fuerza vital se estanca, las enfermedades se manifiestan”.
Podemos seguir peleando con nuestra vida tanto como queramos, podemos negarla y resistirla hasta la muerte misma, pero también podemos intentar aliarnos a nuestra vida para hacer juntos el trabajo que haya que hacer.
Podemos ignorar el dolor tanto como queramos, pero, si le damos espacio y lo escuchamos, se abrirá ante nosotros la puerta de un decisivo proceso de transformación. Una vez que nos comprometemos con nuestra vida y la abrazamos en su totalidad, el milagro del alivio nos visita.
Todos nosotros tenemos resistencia a lidiar conscientemente con el dolor, ya sea porque preferimos ignorar su existencia o porque no sabemos cómo trabajar con él.
El dolor ocurre, el sufrimiento es opcional
En su libro The Power of Now, ‘El poder del ahora’, Eckhart Tolle recomienda qué hacer cuando en nuestra vida sucede algo que nos molesta o incomoda.
1. Cambiar lo que no me gusta o pedir por lo que quiero, estando dispuesto a recibir un “no” y a negociar si es necesario.
2. Aceptar total y profundamente lo que está sucediendo y estar en paz con ello, sin culpar a nadie ni quejarme de nada.
3-Alejarme de la situación
La adicción al sufrimiento y cómo detectar si estás jugando el rol de víctima.
Cuando jugamos el papel de víctima:
Reaccionamos a todo inconscientemente.
Nuestra mente crea constantes situaciones de ansiedad o preocupación.
Negamos lo que sentimos (“No hay problema”, “Está todo bien”).
Suprimimos nuestras emociones (creando rigidez, contracturas, tensiones o enfermedades).
Somos adictos al “drama” y a las situaciones o personas que lo crean.
Usamos mucho las expresiones “debería” o “no debería”.
Nos quejamos acerca de nosotros mismos o de los demás.
Juzgamos, criticamos, acusamos y culpamos a quien sea (interior o exteriormente).
Repetimos una y otra vez, en nuestra mente, situaciones pasadas.
Nos es difícil perdonar. Guardamos resentimientos muy viejos.
Nos queremos vengar y “cobrar lo que nos deben”.
Recurrimos a nuestro doloroso pasado para actuar o tomar decisiones en el presente.
Tememos el futuro por lo que nos pueda traer .
Ensayamos lo que vamos a decir o hacer, una y otra vez.
No nos damos cuenta de que hay un momento presente. Lo ignoramos absolutamente.
Cuando atravesamos cualquier experiencia de tensión interna, habitualmente surge una decisión inconsciente basada en ideas tales como “No soy lo suficientemente bueno” o “No voy a poder lograrlo”.
Esas decisiones están teñidas de una percepción negativa de nosotros mismos y, si creemos en ella, dirige nuestras vidas.
La mayor parte de esas ideas han sido creadas durante nuestra niñez –el tiempo crítico de nuestra “formación”– o incluso pueden haber sido absorbidas, de nuestras madres durante la vida intrauterina. Algunas otras han sido heredadas de la misma manera en que pudimos haber recibido talento para la música o predisposición hacia los deportes.
¿La autocondena es parte de nuestro diseño original?
¿Puedes imaginarte a un bebé agrediéndose a sí mismo y diciendo “Mírame, soy gordo”, “No tengo dientes ni siquiera puedo caminar” o “No puedo hacer nada por mis propios medios, ni aun hablar. ¡No me soporto!”? Suena absurdo, sin embargo, por desgracia, nos hablamos así a nosotros mismos y a los demás todo el tiempo. Un bebé no concibe que uno se odie a sí mismo. Aprendemos todos estos conceptos por imitación cuando somos muy pequeños. Oímos la crítica y el juicio, y entonces los repetimos dirigiéndolos a nosotros mismos o a otros.
Los sentimientos de desvalorización, confusión y falta de propósito son esperables en un chico/a que está siendo juzgado y condenado diariamente.
Para contrarrestar los efectos de esta programación, muchos de nosotros hemos creado una máscara de poder, eficiencia y sonrisas felices, y tratamos interminablemente de empujarnos, a nosotros mismos y a los demás, a creer que valemos cuando cumplimos aquello que se nos dijo que debíamos cumplir.
Esta programación detona en nosotros una resonancia de insatisfacción crónica, en la que siempre necesitamos que algo o alguien nos completen. En resumidas cuentas, el mensaje es: “Soy defectuoso, lo que soy no es suficiente y algo falta en mi vida”. El resultado es un profundo estado de vacío y desconexión de la vida, con una mezcla de miedo, ansiedad y frustración. Este estado se llama estrés.
Cada vez que juzgamos negativamente cualquier aspecto de nosotros mismos –nuestras cualidades mentales, nuestras actitudes emocionales o nuestra apariencia física–inmediatamente todo el sistema cuerpo-mente se pone en “estado de alerta”, porque le estamos diciendo que hay algo errado o equivocado. Simultáneamente, todo el sistema empieza a buscar en su banco de datos algo del pasado que sintonice con el error del que acaban de hacerlo responsable.
Estos defectos pueden ser recuerdos de esta vida o información genética antigua, que a veces se remonta generaciones atrás.
Cuando, a través de este “barrido”, se encuentra esa información, ésta es “resucitada”, “revivida”, y traída al presente como evidencia de que es cierto que “hay algo errado en mí”.
Cada vez que te dices que hay algo equivocado en ti, estás creando la posibilidad de que la enfermedad o la infelicidad sean “resucitadas” de los archivos.
Este auto-juicio negativo es un lento suicidio, como afirma claramente Lynn Grabhorn en su libro- Excuse Me, Your Life is Waiting (‘Disculpe, su vida lo está aguardando )
“La auto-condenación, cualquiera que sea su forma, es un lugar cómodo para estar cuando no queremos tomar ninguna responsabilidad sobre nuestra vida. Podemos meditar, cantar, utilizar cristales e incienso, hacer ejercicios especiales, utilizar afirmaciones que proclaman nuestra divinidad; sin embargo, mientras nos
juzguemos a nosotros mismos, el poder interno y la liberación serán nada más que palabras. No hay ninguna manifestación o deseo que se pueda llegar a cumplir mientras estés en estado de desaprobación de ti mismo. Ninguna abundancia, bienestar interno ni buena salud, y muy poca alegría podrás esperar”.
“Lo que atormenta al hombre no es la realidad, sino la idea que se hace de ella.”
En consulta hay personas que solucionan su problema de dolor fisico, emocional o crónico, volviendo a una herida de la infancia, en otros casos, haciendo el árbol genealógico y tomando conciencia de programas heredados de sus ancestros, otros se recuperan desactivando y cambiando el sistema de creencias que los sustentaba.
Dolor real
El dolor real es lo que sentimos, por ejemplo, al lastimarnos un pie o durante una disfunción orgánica, es el indicador de una herida o de que algo no funciona bien en nuestro cuerpo.
Tambien experimentamos dolor real ante la perdida de un ser querido. Ese tipo de pérdida puede doler profundamente, como si nos hubieran arrancado algo de nosotros mismos.
Cuando hay dolor real, lo más importante es reconocerlo, darle espacio y sentirlo en toda su magnitud. Al darle espacio y sentirlo, le damos la posibilidad de que se mueva, circule y se transforme.
Negar y resistir el dolor no hace más que profundizarlo y terminamos guardándolo en nuestro cuerpo para más tarde. Ignorar el dolor o alejar nuestra atención de él sólo hace que se perpetúe.
Dolor imaginario
El dolor imaginario tiene su origen en la mente. en esa parte nuestra que racionaliza, opina e interpreta todo lo que acontece, sobre la base de un sistema de creencias dado. Así, la mente decide si lo que percibe es “bueno” o “malo”.
Cuando el dolor imaginario se dispara, duele porque nuestra mente ha activado un estado de emergencia interno basado en creencias y decisiones tomadas durante experiencias dolorosas del pasado. El dolor imaginario surge en la mente e inmediatamente es transmitido al cuerpo, causando todo tipo de problemas, porque con frecuencia se queda allí estancado, sin ser explorado ni procesado.
Entonces, cada vez que algo dispare ese recuerdo, guardado en el subconsciente–, pensaremos y sentiremos de la misma manera en que pensamos y sentimos cuando experimentámos el dolor originario, ahora sin saber por qué, sin entender qué está pasando.
Como ejemplo, si hemos vivido un trauma intenso durante la infancia, cada vez que una situación, nos despierte las memorias de ese trauma, pensaremos y sentiremos de nuevo, como un niño asustado.
Lo mental se convierte así en físico, confundiendo, distorsionando lo que ha sido real en el pasado y lo que es real en el momento presente.
Si reeducamos nuestra mente y reprogramamos las creencias y decisiones que crean dolor se pueden desactivar lo que llamamos sufrimiento.
El dolor crónico
El dolor imaginario genera sufrimiento y también lo prolonga. Cuanto más dolor imaginario haya en nosotros, más sufrimiento experimentaremos. Se alteran nuestras funciones orgánicas, nerviosas y estructurales.
Un dolor crónico puede ser la resultante de capas y más capas de dolor imaginario, pero también puede ser el resultado de una enfermedad o un accidente sucedidos hace tiempo. En este último caso, el dolor crónico sobreviene como la combinación de:
El dolor originario (una herida, una lesión, un tumor, una disfunción orgánica);
La resistencia a sentirlo (“Esto no debería pasar”, “Esto es demasiado para mí”);
El dolor imaginario (miedo a estar incapacitado, miedo al futuro, miedo a la muerte, etcétera).
“La libertad, la paz y la alegría interior seguirán eludiéndonos hasta que no nos hagamos conscientes de nuestra verdad real, sin escondernos o avergonzarnos de lo que somos”.
—Lynn Grabhorn
Por regla general, los seres humanos buscamos “sentirnos bien”, es decir, felices, amorosos, creativos, libres, en paz. Queremos relaciones íntimas deliciosas, donde crecer juntos y dar y recibir en forma incondicional. En realidad, sin darnos cuenta, estamos tratando de revivir nuestras primeras experiencias intrauterinas de amor y placer incondicionales, a las que teníamos derecho por el mero hecho de haber sido creados.
Resistir es sufrir
A menudo no nos gusta lo que nos pasa y vivimos en un estado de insatisfacción casi constante. Raramente nos sentimos felices con nuestra vida. Además, nuestra “programación civilizada” genera la creencia colectiva de que nunca somos suficientemente adecuados o estamos completos.
Ésa es la creencia base de lo que llamamos progreso y es posible que tenga un lado “beneficioso”, aunque sin duda posee un costo emocional muy alto.
“No me gusta esta manera de vivir”, “No estoy listo”, “Es demasiado para mí”, “Esto no debería pasar ahora” son pensamientos que nos surgen cuando no podemos reconocer la simple verdad de que en el universo todo fluye, y que nuestra fuerza vital necesita fluir con la vida de la misma manera en que un río necesita fluir hacia el océano.
“Cuando la fuerza vital se estanca, las enfermedades se manifiestan”.
Podemos seguir peleando con nuestra vida tanto como queramos, podemos negarla y resistirla hasta la muerte misma, pero también podemos intentar aliarnos a nuestra vida para hacer juntos el trabajo que haya que hacer.
Podemos ignorar el dolor tanto como queramos, pero, si le damos espacio y lo escuchamos, se abrirá ante nosotros la puerta de un decisivo proceso de transformación. Una vez que nos comprometemos con nuestra vida y la abrazamos en su totalidad, el milagro del alivio nos visita.
Todos nosotros tenemos resistencia a lidiar conscientemente con el dolor, ya sea porque preferimos ignorar su existencia o porque no sabemos cómo trabajar con él.
El dolor ocurre, el sufrimiento es opcional
En su libro The Power of Now, ‘El poder del ahora’, Eckhart Tolle recomienda qué hacer cuando en nuestra vida sucede algo que nos molesta o incomoda.
1. Cambiar lo que no me gusta o pedir por lo que quiero, estando dispuesto a recibir un “no” y a negociar si es necesario.
2. Aceptar total y profundamente lo que está sucediendo y estar en paz con ello, sin culpar a nadie ni quejarme de nada.
3-Alejarme de la situación
La adicción al sufrimiento y cómo detectar si estás jugando el rol de víctima.
Cuando jugamos el papel de víctima:
Reaccionamos a todo inconscientemente.
Nuestra mente crea constantes situaciones de ansiedad o preocupación.
Negamos lo que sentimos (“No hay problema”, “Está todo bien”).
Suprimimos nuestras emociones (creando rigidez, contracturas, tensiones o enfermedades).
Somos adictos al “drama” y a las situaciones o personas que lo crean.
Usamos mucho las expresiones “debería” o “no debería”.
Nos quejamos acerca de nosotros mismos o de los demás.
Juzgamos, criticamos, acusamos y culpamos a quien sea (interior o exteriormente).
Repetimos una y otra vez, en nuestra mente, situaciones pasadas.
Nos es difícil perdonar. Guardamos resentimientos muy viejos.
Nos queremos vengar y “cobrar lo que nos deben”.
Recurrimos a nuestro doloroso pasado para actuar o tomar decisiones en el presente.
Tememos el futuro por lo que nos pueda traer .
Ensayamos lo que vamos a decir o hacer, una y otra vez.
No nos damos cuenta de que hay un momento presente. Lo ignoramos absolutamente.
Cuando atravesamos cualquier experiencia de tensión interna, habitualmente surge una decisión inconsciente basada en ideas tales como “No soy lo suficientemente bueno” o “No voy a poder lograrlo”.
Esas decisiones están teñidas de una percepción negativa de nosotros mismos y, si creemos en ella, dirige nuestras vidas.
La mayor parte de esas ideas han sido creadas durante nuestra niñez –el tiempo crítico de nuestra “formación”– o incluso pueden haber sido absorbidas, de nuestras madres durante la vida intrauterina. Algunas otras han sido heredadas de la misma manera en que pudimos haber recibido talento para la música o predisposición hacia los deportes.
¿La autocondena es parte de nuestro diseño original?
¿Puedes imaginarte a un bebé agrediéndose a sí mismo y diciendo “Mírame, soy gordo”, “No tengo dientes ni siquiera puedo caminar” o “No puedo hacer nada por mis propios medios, ni aun hablar. ¡No me soporto!”? Suena absurdo, sin embargo, por desgracia, nos hablamos así a nosotros mismos y a los demás todo el tiempo. Un bebé no concibe que uno se odie a sí mismo. Aprendemos todos estos conceptos por imitación cuando somos muy pequeños. Oímos la crítica y el juicio, y entonces los repetimos dirigiéndolos a nosotros mismos o a otros.
Los sentimientos de desvalorización, confusión y falta de propósito son esperables en un chico/a que está siendo juzgado y condenado diariamente.
Para contrarrestar los efectos de esta programación, muchos de nosotros hemos creado una máscara de poder, eficiencia y sonrisas felices, y tratamos interminablemente de empujarnos, a nosotros mismos y a los demás, a creer que valemos cuando cumplimos aquello que se nos dijo que debíamos cumplir.
Esta programación detona en nosotros una resonancia de insatisfacción crónica, en la que siempre necesitamos que algo o alguien nos completen. En resumidas cuentas, el mensaje es: “Soy defectuoso, lo que soy no es suficiente y algo falta en mi vida”. El resultado es un profundo estado de vacío y desconexión de la vida, con una mezcla de miedo, ansiedad y frustración. Este estado se llama estrés.
Cada vez que juzgamos negativamente cualquier aspecto de nosotros mismos –nuestras cualidades mentales, nuestras actitudes emocionales o nuestra apariencia física–inmediatamente todo el sistema cuerpo-mente se pone en “estado de alerta”, porque le estamos diciendo que hay algo errado o equivocado. Simultáneamente, todo el sistema empieza a buscar en su banco de datos algo del pasado que sintonice con el error del que acaban de hacerlo responsable.
Estos defectos pueden ser recuerdos de esta vida o información genética antigua, que a veces se remonta generaciones atrás.
Cuando, a través de este “barrido”, se encuentra esa información, ésta es “resucitada”, “revivida”, y traída al presente como evidencia de que es cierto que “hay algo errado en mí”.
Cada vez que te dices que hay algo equivocado en ti, estás creando la posibilidad de que la enfermedad o la infelicidad sean “resucitadas” de los archivos.
Este auto-juicio negativo es un lento suicidio, como afirma claramente Lynn Grabhorn en su libro- Excuse Me, Your Life is Waiting (‘Disculpe, su vida lo está aguardando )
“La auto-condenación, cualquiera que sea su forma, es un lugar cómodo para estar cuando no queremos tomar ninguna responsabilidad sobre nuestra vida. Podemos meditar, cantar, utilizar cristales e incienso, hacer ejercicios especiales, utilizar afirmaciones que proclaman nuestra divinidad; sin embargo, mientras nos
juzguemos a nosotros mismos, el poder interno y la liberación serán nada más que palabras. No hay ninguna manifestación o deseo que se pueda llegar a cumplir mientras estés en estado de desaprobación de ti mismo. Ninguna abundancia, bienestar interno ni buena salud, y muy poca alegría podrás esperar”.
“Lo que atormenta al hombre no es la realidad, sino la idea que se hace de ella.”
En consulta hay personas que solucionan su problema de dolor fisico, emocional o crónico, volviendo a una herida de la infancia, en otros casos, haciendo el árbol genealógico y tomando conciencia de programas heredados de sus ancestros, otros se recuperan desactivando y cambiando el sistema de creencias que los sustentaba.
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